miércoles, 5 de diciembre de 2007

EL SER SOCIAL DEL HOMBRE

El hombre es un ser social por naturaleza. Para su plena realización, el hombre necesita de la relación con los otros, no puede sobrevivir sin la ayuda de los demás. El hombre es un ser en constante relación, con la naturaleza, consigo mismo y con los demás. Tiende a reunirse en grupos, en los cuales (a través de la convivencia) se conoce a sí mismo, da de sí mismo y recibe de los otros; se pasa de una relación yo-tu a un nosotros. Así los hombres al reunirse y relacionarse entre sí, conforman la sociedad, como el conjunto de esas relaciones estructuradas y determinadas de las relaciones sociales; sin embargo, son las relaciones internas de una sociedad las que nos permitan identificar el tipo de sociedad en el que se encuentren los hombres. De ahí la importancia de las relaciones interpersonales, que no solo son hacia el interior, sino que también hacia el exterior de una sociedad, sólo que las primeras dan a conocer el ser de una sociedad.
Ahora bien, ¿qué es lo que ocurre cuando los hombres se reúnen? ¿Cómo es que se dan las relaciones interpersonales? Se puede explicar el fenómeno del encuentro entre los hombres. Desde un simple contacto visual sin palabras, un diálogo en el que se llegan a tocar elementos profundos de las personas, hasta las relaciones intersociales entre los individuos de distintos grupos.
Ante el hecho de las relaciones interpersonales en la sociedad, la sociología se dedica a su estudio, profundización y elaboración de teorías que puedan explicar estos fenómenos sociales. Partiendo de la observación, elaboración de la hipótesis, experimentación de los resultados y elaboración de las leyes, pretende llegar a al teoría sociológica. Sin embargo, no es la única ciencia que estudia las relaciones entre los hombres, pues también están otras disciplinas como: la filosofía social, la historia, y las ciencias sociales, tales como la política, y economía, entre otras. En donde se diferencian por el método que utilizan y por los resultados a que llegan.
Con la historia, se distingue por la pregunta que pretenden resolver, para el historiador es ¿qué sucedió?; para el sociólogo ¿cómo es que sucedió? Y éste último se propone encontrar las leyes que rigieron el acontecimiento. Ya con las ciencias sociales, la diferencia se encuentra en la extensión de la sociología respecto a su objeto de estudio, puesto se le considera de mayor amplitud, por lo cual abarca a las ciencias sociales. Con la filosofía social, que observa y analiza el mismo fenómeno que la sociología, la diferencia esté en los resultados que aporta, por su análisis desde la totalidad del hecho social, es decir, en la sociología las generalizaciones a las que llega parte solamente de los hechos observados, sin considerar ningún principio que precedente; en cambio, en la filosofía social, los hechos observados son relacionados con principios definitivos, con los cuales puede explicar la realidad en su conjunto. El sociólogo investiga ¿cómo es que se realizan las relaciones entre los hombres? Y pretende describir, comprender y prever los acontecimientos; el filósofo cuestiona ¿por qué son así las relaciones entre los hombres? ¿Qué es lo que hace ser a esos modos de relación entre los hombres? Y propone nuevas alternativas de convivencia desde una comprensión totalizante de la realidad.
Es interesante e importante el estudio de las relaciones entre los hombres, más aún con la situación tecnológica en que nos encontramos, donde la comunicación es mediada, en muchas ocasiones, por una computadora (se puede vender y comprar por la internet), y el acortamiento de la distancia y velocidad por el celular y el correo electrónico. Muy de cerca aparece el individualismo que pretende hacer del sujeto algo aislado de la sociedad, o por el contrario el colectivismo que pretende absorber a la persona en el fluir social sin respetar su autonomía, como ocurre en la cultura de masas. Ante éste panorama queda abierta la cuestión: ¿cómo es que conviven los hombres en nuestra época? Y quedan planteadas las ciencias que pretenden responder a ello con sus distintas posturas y propuestas.

BIBLIOGRAFÍA
CORETH, Emerich. ¿Qué es el Hombre? (Herder, Barcelona,1985) P. 219-231.
GOMEZJARA, Francisco A. Sociología. (Porrúa, México, 2004) P. 7-23.
TIMASHEFF, Nicolas S. La Teoría Sociológica. (FCE, México, 2003) P. 15-27.

Publicación: Suplemento Entérate, periódico el Comentario, 20 de septiembre del 2007.

lunes, 12 de noviembre de 2007

ÉTICA TOMISTA

Sto. Tomás de Aquino en su filosofía retoma bastante de Aristóteles, y para éste último, desde la ética, el fin del hombre es la felicidad. En Sto. Tomás ésta con el nombre de bienaventuranza, a la cual se llega mediante el acto del intelecto especulativo, además esta bienaventuranza no se puede tener en esta vida, aunque si se puede participar de ella.
Los elementos básicos de la adquisición de esta bienaventuranza están las facultades de la inteligencia y la voluntad. Una conoce la verdad y otra quiere el bien. Y en la utilización de la libertad se concreta lo que cada una encuentra, pues es el intelecto el que ha de guiar a la voluntad; según el conocimiento que se tenga se podrá orientar a la voluntad, la cual sólo le corresponde querer lo bueno, lo cual en ocasiones parece como un bien, sin serlo realmente. Es tan importante el uno como el otro y “no ha de ser la voluntad desordenada que mueve a la inteligencia a presentar el mal bajo la razón de bien”[1]. Por eso, para la consecución de la bienaventuranza terrena se debe alcanzar la máxima perfección de la inteligencia especulativa mediante la vida contemplativa[2].
Ésta ética ciertamente tiene sus bases en la doctrina católica, y no ha de ser extraño que utilice el término bienaventuranza; el cual es mencionado por Jesucristo en el Sermón de la Montaña que aparece en el Evangelio de Mateo, lo que Sto. Tomás de Aquino viene a explicar racionalmente y hacerlo más comprensible a las personas.
Ser creyente para el filósofo y el científico no puede traer obstáculo alguno para el estudio de cualquier objeto, ya que uno como el otro son personas sedientas de verdad, que van aquí y allá en la búsqueda de ello. Las barreras solo estarán en la mente de quien se las ponga y por los prejuicios que se tengan, y quien se deje guiar por ello sin tener una actitud de apertura y dialogo se limita así mismo en su campo de conocimiento y se priva al verdadero conocimiento de la verdad y ser feliz.
El hombre podrá considerar que la filosofía actual habrá de tener una labor social, que el filósofo de hoy es el mejor poeta, novelista o político; o quizá un gran comunicador, etc. Y sin embargo, por ir afuera abandona el interior, por ir de los libros al discurso, se olvida de ir de persona a persona; por ir a la erudición se deja de convivir con la humildad; por ir a las palabras bonitas o rimbombantes, se olvida de la sencillez.
Al hombre por tratar de hacerse a sí mismo, pretendiendo negar la existencia de Dios, termina arruinándose. Hoy no se pude olvidar que la vida del hombre está vinculada con Él, y que sólo se podrá ser feliz partiendo de la aceptación de su Ser, entonces la bienaventuranza toma sentido, se encuentra el equilibrio entre el interior y exterior (del hombre con los hombres, y con Dios). Sólo así se encuentra la verdad y se realiza plenamente la vida del hombre, en la verdad; pues la verdad no es algo, sino alguien.

Publicación:
Suplemento Entérate de la Escuela de Filosofía, periódico el Comentario, 14 de junio del 2007, Colima, Col. México.

[1] LARIOS, V. JOSÉ OMAR. La Bienaventuranza como Fin Último del Hombre en Sto. Tomás de Aquino. (Pinerolo, Italia, 2003). P. 37.
[2] Cfr. Ibíd. P. 36.

martes, 6 de noviembre de 2007

AXIOLOGÍA DEL UNIVERSITARIO

La llegada a la universidad es acompañada por varias circunstancias. Tomar la decisión respecto a la carrera que se va estudiar, tener la edad de 18 años, para algunos dejar la casa en la que crecieron, buscar un empleo de medio tiempo para tener un ingreso económico que permita sobrellevar los gastos necesarios, encontrar donde hospedarse durante los estudios y las nuevas relaciones personales (conocimiento de nuevos amigos, compañeros y profesores). Otros jóvenes no lo viven así, quienes no tienen la necesidad de cambiarse de residencia o la situación económica no les preocupa. Además, otro factor que se da es el encuentro entre las distintas costumbres que cada joven trae consigo, pues a pesar de que nuestro estado es pequeño, hay ciertas variaciones que se alcanzan a identificar, sobre todo el talante del lugar de origen de cada estudiante.

Al joven universitario se le abre un amplio panorama ante la vida en donde se encuentra constantemente tomando decisiones por sí mismo, es decir, sin alguien que le este determinando en su quehacer (como los padres). Es aquí donde los valores se reafirman o se desechan de lo que considero importante resaltar. ¿Qué sucede con ellos cuando los hijos abandonan el lugar en el cual se formaron? ¿los valores se quedan en casa o se los llevan con ellos? ¿cuáles son los criterios que hay para decidir? ¿cómo afrontar esa decisión?
Al universitario le corresponde optar entre hacer una tarea, o salir de parranda; preparar un examen o pensar en la técnica para copiar; hacer el trabajo en equipo, o verse con el novio (a); llevar una aceptable suma de porcentaje (con las tareas, participaciones, examen, etc) para aprobar, o dedicarse a estudiar para aprender; contar las faltas permitidas y los retardos para tener derecho a realizar un examen, o asistir constantemente a clases. Y es en este decidir en el nos vamos haciendo personas.

Siendo los valores aquellos aspectos del bien que nos perfeccionan, son el criterio para decidir. Y viviendo inmersos en lo que se nos presenta con apariencia bueno, se prefiere lo fácil y rápido, olvidando la satisfacción del sacrificio; lo que satisface al gusto, en lugar de lo que es bueno (que no siempre ha de gustar). Y es así que valores como la diligencia, templanza, responsabilidad, renuncia y constancia parecen los desconocidos por la sociedad estudiantil, cuando su vigencia es más actual y su preferencia es necesaria.

Finalmente, la actitud ante los valores es lo que nos hace realizarlos o negarlos. Para enfrentar las propuestas que se nos presentan, la actitud con la que hacemos uso de nuestra libertad es importante. Es en la manera como cultivamos nuestra actitud, como nos hacemos personas. Es la actitud con lo que superamos las dificultades. La actitud ante la vida es lo que nos permite continuar adelante, y más en la etapa de la juventud. La actitud firme, segura y determinante es la expresión de una voluntad fuerte.

Nosotros los jóvenes estamos en la etapa de consolidar una actitud positiva ante nuestra realidad, que busque y prefiera los valores. Que sea portadora de esperanza a los problemas que nos aquejan, cultivándonos y defendiendo los valores de los que se ha olvidado nuestra sociedad; porque pasados los años como universitarios no hay otro camino la vida social, con sus compromisos, problemas y responsabilidades. Y de acuerdo en la manera en que nos formamos seremos portadores de soluciones a las dificultades actuales y posteriores, en beneficio de la humanidad.
Publicado en: Suplemento Entérate, periódico el Comentario, 23 de agosto del 2007, Colima, Col. México.